jueves, 13 de diciembre de 2012

ILUMINACIONES VII: 2013



En 2009 fui invitado a dirigir "Iluminaciones 0", de Hugo Alfredo Hinojosa, para la VII Muestra Nacional de Dramaturgia. El texto de inmediato me atrapó por su poesía y su crudeza, su innegable tensión entre un planteamiento lírico confrontado por un panormama violento y aterrador del mundo. Hugo quería mostrar que todas las manifestaciones de violencia (desde la guerra en Irak, el terrorismo en Madrid, el Holocausto) tenían un cause común, y así privando a todos los personajes de vida y situándolos en una suerte de visión surreal y apocalíptica, fragmentó un texto mucho más cercano a un guión de cine que a un texto dramático, al menos, un texto dramático convencional. El trabajo nos llevó a la XXX Muestra Nacional de Dramaturgia, siendo recibido con mucho entusiasmo por el público sinaloense, mas generando controversia y fuertes críticas entre los grupos más conservadores del gremio teatral, asistentes a dicha muestra. La apuesta no era poca: Todos los intérpretes en escena eran bailarines, todas las voces estaban ahogadas en una grabación, es decir, no había un sólo diálogo en vivo. La paradoja de tener 12 ejecutantes en escena y no prestarles voz era escandalosa. Y así debía serlo. Tres años después, en "Iluminaciones VII", Hugo Alfredo Hinojosa escribe no una secuela, pero sí un apéndice de ese primer texto. La gran diferencia es que ahora nos habla del Apocalipsis inmediato, la pesadilla cotidiana que vivimos en México, acechando nuestras vidas. El montaje de "Iluminaciones VII" es creo, la evolución natural de ese primer montaje de "Iluminaciones". Las voces ahogadas por la violencia y las escenas de pesadilla, rodean lo verdaderamente humano. Así, sitúo al centro de la pieza la historia de dos amantes y alrededor de ellos, la desproporción, la desmesura de la pesadilla contemporánea que vivimos en México.  

Alonso Barrera










FECHAS EN EL MILAGRO: 7, 8 , 9 y 10 de Febrero, 2013

TEMPORADA EN LA FÁBRICA: Viernes y sábados del 15 de Febrero a 30 de marzo 2013

CRÉDITOS
 

Dramaturgia: Hugo Alfredo Hinojosa

Dirección / Diseño de Iluminación / Diseño de vestario / Diseño sonoro y mezcla / Diseño de escenografía / Dirección de cortometraje: Alonso Barrera

Intérpretes: Antonio Soria, Ramiro Baranda, Zelma Murillo, Paula Fraga

Voces invitadas: Marta Aura, Carmen Boullosa, María Aura, Miguel Septién, Francisco Berges, Hugo Alfredo Hinojosa.

Visuales: Eduardo Rivero

Utilería: William Nezme / Leonardo Kosta

Diseño de cartel: Abraham Lule

Diseño gráfico: Fabián Orozco

Planta Técnica Teatro El Milagro: Arturo Frías González y Celso Martínez Flores

Una Co-producción del Festival de Otoño de la Universidad Autónoma de Querétaro, La Fábrica: Centro de Arte y Creación Contemporánea y Machinae Et Orgia Teatro.


AGRADECIMIENTOS

Al Maestro David Olguín, Gabriel Pascal y Daniel Giménez Cacho por su compromiso escénico y su incansable esfuerzo por impulsar intercambios con nuestro espacio en Querétaro: La Fábrica.
A mi querido hermano, Hugo Alfredo Hinojosa a quien quiero y admiro por su generosidad y talento.
A Carmen Boullosa, Marta Aura y María Aura por prestar sus voces para así gritar más fuerte lo que nos ocupa y preocupa en México.
A mi esposa, por estar siempre a mi lado. Este trabajo va dedicado a ella y a mi hijo, porque quiero un mejor país para ellos. 





jueves, 9 de agosto de 2012

EL AÑO DE RICARDO



Le escribí a mi comadre Angélica Liddell hace unas semanas. Ayer tuve respuesta de Catalina Chang. Me informa que podemos hacer "El año de Ricardo" en 2013. Catalina ha escrito:

"Claro, claro, claro que puedes utilizar el Ricardo como quieras y cuando quieras. Precisamente vengo de hablar con una buena amiga mexicana, el PRI, esa dictadura leg铆tima!!!!"

A trabajar en el proyecto con María Aura y algún forzudo, supercachas, docto doctor en gimnasio.

viernes, 13 de julio de 2012

ILUMINACIONES VII: TRATAMIENTO INICIAL


Prólogo: Fragmento de un poema robado  (Hugo I)

I.-TR y Andrea I

II.-La madre (Identifica un cuerpo la Mujer sin rostro que se cae en pedazos)

III.-Los hombres en el desierto I (Box, 4 cigarros)

IV.-La historia del Sicario I

V.-La esposa (La comedia. El hombre encapuchado y la cabeza de perro)

VI.-Los hombres en el desierto II

VII.-La historia del Sicario II

VIII..-TR y Andrea II

IX.-Hugo II

X.-Los hombres en el desierto III

XI.-La historia del Sicario III

XII.-Los hombres en el desierto IV

Epílogo (Hugo III)

jueves, 5 de julio de 2012

PRÓLOGO

P R Ó L O G O: Fragmento de un poema robado

Se supone que debo hablar sobre mí Yo quien
De quién hablamos
Hablan sobre mí Yo Quién es ése
Bajo la lluvia de mierda de pájaros En el pellejo de cal
U otra cosa Yo una bandera un
Trapo sangriento colgando de un ventanal
Entre la Nada y Nadie Dependiente del viento
Yo el monstruo de un hombre Yo el monstruo
De una mujer Un lugar común detrás de otro
Sueño el infierno
Que lleva mi nombre accidental
Temo a mi nombre accidental
MI ABUELO ERA
UN IDIOTA
QUE SE SUICIDÓ POR UNA SANDÍA
Yo soy un viaje en avioneta sobre el desierto
Yo soy mi conquista
A través de los pueblos Yo soy mi muerte
Bajo la lluvia de mierda de pájaros En el pellejo de cal
El sol es el último cordón umbilical
La memoria de la vida se esfuma en el horizonte
Las aves de carroña son una despedida Son un retorno al hogar
El cielo ejerce la supervisión
del arribo al infortunio Se oye la voz del desierto
Se oyen las latas de cerveza
Risas y disparos
SE OYE EL FIN DE LA VIDA DE UN HOMBRE DE UNA MUJER
Su recuerdo es un monumento erigido con tanques


WHO SEES GOD´S FACE
THAT IS SELF LIFE
MUST DIE

miércoles, 4 de julio de 2012

ILUMINACIONES VII: FESTIVAL DE OTOÑO DE LA UAQ

ILUMINACIONES VII, de Hugo Alfredo Hinojosa estrenará el 27 de octubre en el marco del Festival de Otoño de la Universidad Autónoma de Querétaro. Aquí algunos artistas que alternan en la programación: VIVIAN CRUZ JUÁREZ http://viviancruz.com/ ESTHEL VOGRIG http://esthelveravogrig.wordpress.com/ ANA MARGINEANU http://www.theinternationalists.org/profile_ana_margineanu.html MARIANA HARTASÁNCHEZ FRENK http://www.dramaturgiamexicana.com/autores.php?id=69 ARTES VISUALES IVÁN ABREU http://www.ivanabreu.net/ MUSICA CONTEMPORÁNEA / ARTE SONORO ENSAMBLE LIMINAR http://www.aural.org.mx/2012/artistas/el-nicho-aural/alexander-bruck/ http://registromx.net/Desk/liminar.html IVÁN MANZANILLA http://www.usinesonore.ch/pages/festival/bio.php?l=e&id=77 http://casanagustin.org.mx/actividades/870-duplum-duo.html PABLO GÓMEZ http://www.pablogomezguitarist.com/ http://www.cmmas.org/cmmas_eventos.php?lan=es&id=545 IGNACIO BACA-LOBERA http://ibacalobera.com/vita.html GRUPOS MUSICALES HELLO SEAHORSE! OVERDUBS VODKATRONIC YERBABUENAKAJHAL MELISSA MUNSTER WOLF SEASON

martes, 12 de junio de 2012

ILUMINACIONES VII

En 2009 fui invitado a participar en la Muestra Nacional de la Jóven Dramaturgia en Querétaro. Fue entonces cuando leí por primera vez Iluminaciones [0], de Hugo Alfredo Hinojosa, una obra que me impactó por su complejidad, poesía y ante todo, por su valentía y compromiso escénico. Ese texto me acompañaría durante casi un año, pasando por una controvertida participación en la XXX Muestra Nacional de Teatro, dos temporadas en La Fábrica y una temporada en El Milagro. La dramaturgia de Hinojosa fue de gran impacto para la audiencia, que escuchaba en una serie de voces globales el retrato de un mundo sumergido en su propia putrefacción. Desde la edición de Siglo, en 2008, libro que contiene Iluminaciones [0], han pasado cuatro años. Hugo Alfredo fue premio Nacional de Dramaturgia en 2009 con Calypso, hizo residencia para la Royal Court en Londres y México. Escribió en ese tránsito El eterno verano de la guerra para la Royal y recientemente Misericordia, un proyecto para la CNT. Dichos textos son parte de una voz distinta a la que gestara esas primeras Iluminaciones. Ahora, con Iluminaciones VII, Hinojosa construye un puente no sólo hacia Iluminaciones [0], sino a sus otros trabajos. No traiciona su primera voz, la expande a un discurso mucho más duro, más violento y sorprendentemente más conmovedor, que ensambla su propio universo personal. Alguna vez Angélica Liddell me dijo que buscaba que un texto hiciera pornografía del alma. Con este trabajo, Hugo Alfredo nos lleva al alma desnuda, ultrajada y desmembrada de la sociedad de la que escribe y que busca recuperar su propia identidad y sentido. Hinojosa no sólo representa a una de las voces más valiosas de la dramaturgia mexicana; es un artista sin clan ni deuda, que no responde a los intereses de nadie, mas que a los del teatro mismo.

martes, 15 de mayo de 2012

HAMLETPROJECT: SOBRE EL PAPEL DEL TEATRO EN LA CONCIENCIA DE LOS HOMBRES

El arte contemporáneo es un viaje a lo desconocido. Desde hace un año comencé ese viaje al lado de María Aura, Francisco Berges, William Nezme: Un equipo renovado de trabajo para MACHINAE ET ORGIA TEATRO. Tomando como referencia el texto de Heiner Müller "Hamlet Machine", hicimos un intenso taller en el que cuestionamos el papel del teatro, el papel de los actores y de los espectadores en una sociedad como la nuestra. La idea de Hamlet nos ha servido de pretexto para externar nuestra propia controversia interna acerca de estos temas, aunados a nuestra visión sobre un teatro contemporáneo. Es así como planteamos una pintura escénica a los espectadores: No queremos poner un cuadro clásico frente a ustedes. Queremos que vean nuestra puesta como se ve una pintura abstracta: Una pieza que no se enfoque a entender la mitología de los personajes de Shakespeare sino a cómo nos sentimos frente a ellos. Jaques Lacan escribe en varios de sus seminarios sobre la paradoja que enfrenta Hamlet: Saber todo sobre su tragedia y a la vez, ser incapaz de actuar frente a ella. Creemos que como sociedad vivimos la misma paradoja que Hamlet: Somos espectadores de nuestra tragedia pero somos incapaces de tomar acción. El fantasma colectivo de los inconformes con su máscara multiplicada por millones, nos recuerda que hay algo podrido no sólo en Dinamarca, también en el resto del mundo. ¿Cuál puede ser la mejor reflexión que genere un Hamlet posdramático? Tal vez el mostrarnos cómo nos sentimos frente a la incapacidad de acción. La cuestión no es únicamente qué pasaría si un espectador tomara el papel de Hamlet; sino qué pasaría si un espectador, movido por la tragedia de Hamlet, decidiera iniciar un cambio social, esto es, librarse de su propio paradigma de inacción. No construimos una ficción, ejercitamos con la ficción desentrañando nuestro propio proceso teatral en pos de entender mejor nuestra naturaleza de actores y espectadores de la realidad. Alonso Barrera 13.3.12

lunes, 16 de abril de 2012

HAMLETPROJECT II: SETLIST




PRÓLOGO

ACTO I
Yo era Hamlet
Francisco
El Regalo: María en Blackout se pone playera y gorra. En el regalo está el carrito.
El Fantasma

ACTO II
La violación
El plan

ACTO III
Intro obra mientras se pone camiseta
Entra música / Saca los libros. Orina los libros con gasolina
Claudio
Claudio se lleva a sí mismo el casco. Pausa Dramática, lo ve como el cráneo. Entra música, se lo pone: Hamlet, yo soy tu padre.

ACTO IV
Ofelia

ACTO V
Combate

EPÍLOGO
Hamlet Resiste en la Armadura por milenios.

sábado, 28 de enero de 2012

HAMLETPROJECT: ESCENAS


HAMLETPROJECT
Sobre la figura paterna, la castración y la locura del mundo

PRIMERA PARTE: OUVERTURE
I.-HAMLET #9 VS HAMLET #17

SEGUNDA PARTE: THE HAMLET OF THE PAST (VERSIONS 1 & 2)
II.-YO ERA HAMLET
III.-DRAMATIS PERSONÆ: The mask / The personae / The Gift

TERCERA PARTE: EJERCICIOS TEATRALES SOBRE LA TRAGEDIA DE HAMLET = LAS CAUSAS DE LA LOCURA DE HAMLET Y LA LOCURA DEL MUNDO
IV.-FRANCISCO, EL GUARDIA / UN ACTOR
V.-EL PADRE: FANTASMA DEL REY HAMLET (DADDY IS GOING TO PAY FOR YOUR CRASHED CAR)
VI.-LA MADRE: LA REINA (THE ACTOR DESCENDS TO HELL FOR A GLASS OF MILK)
VII.-EL SUSTITUTO DEL PADRE: CLAUDIO, ASESINO DEL PADRE DE HAMLET
VIII.-EL SUSTITUTO DE LA MADRE: OFELIA

CUARTA PARTE: EL ANTIHAMLET
IX.-UNA ACTRIZ
X.-UN ACTOR

QUINTA PARTE: EPÍLOGO / A NEW HAMLET
XI.-EL NUEVO HAMLET RESISTE DENTRO DE LA ARMADURA POR MILENIOS

domingo, 22 de enero de 2012

HAMLETPROJECT: LACAN


La locura de Hamlet y la del mundo
Antoni Vicens

“¿Alguien comprende ni tan solo a Hamlet? No es la duda, sino la certeza lo que lo enloquece... (...) Todos tenemos miedo de la verdad.”
“Shakespeare (...) concibió el tipo de César. Una cosa así no se inventa.”

Friedrich Nietzsche, Ecce homo

Hamlet sigue avanzando hacia nosotros, armado de pies a cabeza con los signos de nuestro ser, y nos arroja su desafío: ¡Ven hacia mí, si puedes. Sal a mi encuentro y encuéntrate a tí mismo! Sé el hombre de deseo que dices que quieres ser; pero antes pasa por mi historia.
Jacques Lacan dedicó a Hamlet sus siete lecciones de seminario el año 1959 en un momento crucial de su carrera y de su enseñanza. La necesidad de hacer reconocer el valor de la formación psicoanalítica que él y su grupo dispensaban aparece como un acto en el cual el sentido de su clínica, de su elaboración conceptual y de su política estaban a punto de dejarlo, como el hombre auténtico, solo con su deseo. Creo que esas lecciones que dedicó a Hamlet ilustran la posición tomada por Lacan en el destino del psicoanálisis, y anticipan los contenidos de lo que desarrolló en el seminario del curso siguiente, La ética del psicoanálisis. Quiero decir con esto que anuncian el viraje extremo que tomaría su trabajo, y que de hecho nos lleva hasta las instituciones actuales del psicoanálisis.
Lacan presenta a Hamlet como a un hombre de deseo, que no puede dejar de actuar, pero cuya acción es pospuesta. No indefinidamente, sino hasta un punto muy preciso: Hamlet sólo hace lo que ha de hacer - matar a Claudio - cuando él mismo ya está condenado a muerte sin remedio.
En este trayecto nos muestra su culpabilidad inconsciente: aquella que se liga a su ser. “Le es insoportable ser”, dice Lacan. Y su monólogo To be or not to be, el solo hecho de pronunciarlo, lo lleva al compromiso de ser. L’engage (...) dans l’être, dice Lacan, haciendo referencia a las doctrinas entonces próximas del engagement; pero también l’engage se lee langage. Leamos pues ahí que Hamlet enseña el compromiso de nuestro ser con el lenguaje.
Hamlet desea, pues, pero no sabe qué quiere. Avanza en la vía de su deseo, pero sólo lo asume cuando ha entrado en un espacio cuya lógica había de desarrollar Lacan en su Seminario al año siguiente. Se trata del espacio privilegiado de la tragedia: la dimensión del ser entre dos muertes. En la tragedia Edipo rey, lo que introduce a Edipo en esa dimensión es la peste de Tebas; y a Antígona su acto fatal la conduce a ser enterrada en vida, muerta antes de morir, para morir después de muerta.
A través de la obra de Freud, el psicoanálisis recupera ese espacio para nuestros tiempos “áridos del cientifismo”. En este sentido, la lectura de Hamlet es muy ilustrativa porque, a diferencia de Edipo, que es un héroe de los tiempos antiguos, Hamlet es un hombre de nuestra época: es el sujeto de la ciencia, el hombre contemporáneo a The Advancement of Learning, de Francis Bacon, que antecede en poco al Discurso del método cartesiano.
Hamlet es un hombre que sabe y, podríamos decir, que sabe demasiado. Así como Edipo, dice Lacan, mata a su padre y se casa con su madre sin saber que lo son, Hamlet es aquel que, de entrada, y merced a la palabra del espectro, ya sabe. Y precisamente sus dificultades provienen de ese saber y de su dominio. Es por eso que se impone a sí mismo una forma de locura: suspendido como está a la hora del Otro - como dice Lacan en su Seminario -, se ve obligado a desconcertarlo en busca de la oportunidad de llevar a cabo su política.
De otro lado, la tragedia nos muestra que su deseo no se realiza si no es pasando por todo un campo de obstáculos especulares. Y si lleva adelante su deseo es frente a esos espejos. Nos encontramos ciertamente en el espacio de la política de los tiempos modernos: el palacio de Versalles es un palacio de espejos; y también cuando se firmaron los tratados que supuestamente habían de poner fin a la Gran Guerra.
La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca se desarrolla entre unos personajes inolvidables. Digamos para empezar que Ofelia no es el espejo de Hamlet, sino que, precisamente, ella es la ocasión de que surja el objeto que no tiene imagen especular. Ofelia es para Hamlet la idea que él tiene del ser: o es una condena o es un don. Si, de un lado, Ofelia representa la matriz, Hamlet precisa que de esa matriz saldrán nuevos condenados. Si, por otro lado, Ofelia es el objeto más precioso, el objeto excelente, si es lo que viene a completar el narcisismo masculino de Hamlet, si responde a la figura de lo que significa su nombre - como dice Lacan: o phallos, el falo -, entonces Ofelia es el signo propicio del don del amor. Es en esa vacilación donde se juega la ambigüedad de la actitud de Hamlet con Ofelia. Pero a esos dos aspectos de Ofelia hay que añadir un tercer paso: es el de Ofelia muerta. Y es ahí donde ya no quedan espejismos; Ofelia muerta es la ocasión para que el héroe pronuncie su cogito y asuma su ser: This is I, Hamlet the Dane. Lo que quiere decir: “A mí me toca hacer su duelo; y con el trabajo de ese duelo asumo mi deseo”.
Claudio, en un sentido, es un personaje edípico, es aquel que hizo lo que Hamlet no se atreve a hacer: matar al padre; pero, al mismo tiempo, encarna el poder real. Aunque hay que decir que, como político, resulta bastante mediocre: si de un lado consigue detener la ofensiva de Fortimbrás, del otro aparece como un rey culpabilizado, dividido pues, y que no puede llegar a dar la talla. De hecho, con sus decisiones políticas, va destruyéndose más y más, como un hombre poseído por la pulsión de muerte. Fijémonos en cómo ha de soportar todas y cada una de las insolencias de Hamlet; y cómo no consigue convertirlo en uno de sus hombres fieles, ni tan sólo ofreciéndole la sucesión al trono. Utiliza como espías a dos tontos como Rosencrantz y Guildenstern; ha de esconderse ridículamente tras los tapices para espiar; tiene remordimientos todo el tiempo y por todo lo que hace; no le cae bien el vestido de rey; no soporta verse reflejado en la pantomima; prepara un complot para matar a Hamlet, y le sale mal; esconde la muerte de Polonio y provoca una rebelión popular. La obra nos da los suficientes indicios de que fue él quien hizo matar a Ofelia, pero es sólo porque no sabe qué hacer con ella. Y, finalmente, prepara un segundo complot para matar a Hamlet que acaba llevándose a todo el mundo y dejando el reino en manos de otra dinastía. Y, para colmo, ni siquiera es él quien vota por el nuevo monarca, sino que lo hace Hamlet moribundo.
Gertrudis, por su parte, es una mujer dividida entre un amor enfermizo por su hijo y un deseo tan grande de no dormir sola - con béant, según el calificativo de Lacan -, que acorta su duelo de viuda hasta servir su cuerpo aún caliente del anterior marido al usurpador. Y dejamos de lado su hipotética participación en el asesinato de Hamlet, cuyo examen resultaría muy elocuente para la comprensión de aquel amor idealizado que, según Hamlet hijo, le tenía su padre.
Lacan nos hace prestar atención también al hecho de que Laertes, amigo de Hamlet, amigo de verdad, a pesar o quizá a través incluso de su rivalidad, viene a ser su imagen especular, tal como él mismo se lo dice cuando acepta el duelo: I’ll be your foil, Laertes!: “seré tu espejo, seré la hoja brillante sobre la cual darás tu reflejo mejor”.
En efecto, La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca se nos presenta como un juego de espejos en el cual el espectador es capturado. La play-scene es como el espejo en el fondo de Las meninas, donde nos vemos reflejados, pero precisamente ahí donde no nos corresponde estar: en el lugar de los reyes que está pintando Velázquez. Cuando Claudio se ve en la pantomima, no puede ver más que aquello que pone en crisis su cualidad de rey: su culpa, su interior; olvidando lamentablemente que los reyes no tienen interior.
La obra propone también otra simetría, la que se produce entre la corona de Dinamarca y la de Noruega. Como dice Hamlet, en una línea que ha desafiado las interpretaciones, I am but mad north-north-west, “Sólo estoy loco nornoroeste.” En efecto, esa es la orientación exacta de la línea recta navegable que conduce desde Elsinor hasta la capital de Noruega. En cambio, dice Hamlet “cuando el viento sopla del sur, sé distinguir un halcón de un serrucho.” Es que, exactamente al sur de Elsinor, en su mismo meridiano, está Wittemberg, en cuya Universidad Hamlet aprendió las distinciones básicas del lenguaje y las artes políticas de los tiempos modernos.
Noruega es pues el “Otro escenario” de la obra, que nunca aparece en escena, pero que está presente todo el tiempo. De ahí van llegando indicios hasta que, con el desenlace de la obra, podríamos decir que el espejo se gira: de Hamlet padre a Fortimbrás padre; de Hamlet hijo a Fortimbrás hijo; y en ambos casos un tío mediador.
En este juego de escenarios, y en relación con los personajes de la tragedia, se desarrolla la locura de Hamlet, en la que distinguimos tres formas, que llamaremos la neurosis hamletiana, la locura bufonesca de Hamlet, y una tercera clase de locura, que hay que referir a la locura del mundo.
En primer lugar pues, Hamlet es un neurótico; o podríamos decir incluso que representa la neurosis misma. Tal como dice Lacan, le es insoportable ser; se siente culpable por su ser. No puede atacar a Claudio, porque ve en él a su padre; y si se ve ahí a sí mismo es en tanto que hombre de su madre. Y de otro lado, no puede separarse de Gertrudis, está fijado a ella. Y es precisamente por todo eso que se encuentra sin saber qué es lo que ha de querer; a la vez que está embarazado con un saber que lo impulsa inevitablemente a actuar. En este sentido, procrastina; pospone su acto. Y esa neurosis se cura: cuando Ofelia está muerta, surge, del duelo, la posibilidad de una nueva metáfora y de un nuevo objeto motor de su deseo. Lo que equivale a la recuperación freudiana del superyó con el acontecimiento inconsciente denominado por Freud complejo de castración.
Pero, de otro lado, Hamlet, a partir del momento en que sabe las circunstancias de la muerte de su padre el rey, adopta como estrategia política la de hacerse el loco, la de actuar como un bufón de corte, personaje de otro lado bien shakespeariano. No es por nada que, en la escena con los enterradores, se encuentra frente a frente con la calavera de uno de ellos, de uno de los auténticos, de los que ya no quedan en el tiempo de Hamlet hijo, un bufón al que profesó verdadero amor y que le enseñó cosas esenciales en su formación como hombre de corte. Y, a partir de ahí, Hamlet representa la transformación en la que hacerse el loco pasa a ser, como dice Lacan, una de las dimensiones esenciales en la política del héroe moderno.
La de hacerse Hamlet el loco es una maniobra que saca de sus casillas a Claudio y lo pone a su merced. Maniobra política de gran vuelo que contrasta con las intrigas anticuadas y ridículas de sus adversarios. Véanse, por ejemplo, los caricaturescos consejos que Polonio da a Laertes como viático. De esa locura, lo más divertido es quizá la respuesta psicoterapéutica que, como indica Lacan, despierta en Polonio. Su diagnóstico es: “Vuestro noble hijo está loco, loco, loco.” Y la causa de esa locura es el amor.
Hamlet, en efecto, se pone a hablar de una manera casi maníaca, como diagnostica Lacan. Juega a negar el sentido, a desligarse del falo, del falo monárquico por ejemplo. Con lo cual no diremos que ridiculiza a sus adversarios, sino, mejor, que hace surgir la thing que se esconde bajo los ropajes, los brillos, los toques de trompeta de la corte. Y es precisamente por aquí que esta segunda locura de Hamlet nos lleva a la tercera. Pero antes de hablar de ella, habremos de referirnos a la locura del mundo.
A lo largo de La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca, Shakespeare esparce numerosos indicios del desorden del mundo en el que viven tanto Hamlet como los demás personajes. Por ejemplo, conocemos cómo Lacan resalta un detalle que había escapado a los lectores más perspicaces de la obra, que se encuentra en su comienzo mismo, en la escena del cambio de guardia. El que llega pregunta: Who’s there?, “¿Quién está ahí?” - cuando la pregunta debería haberla hecho quien hace la guardia. Y éste replica, naturalmente: “No, respondedme a mí. Deteneos. ¿Quién sois?” Desde el mismo comienzo de la obra se nos indica que algo está trastocado. El sentido de estas réplicas es: ¿Hay alguien que vigile, aquí?
Unas líneas más abajo, Horacio y Marcelo hablan de la aparición, como de un presagio, “de alguna extraña erupción en nuestro estado”. Parece, vienen a decir, que el cadáver del valiant Hamlet, de Hamlet padre, se remueve en su tumba, porque el joven Fortimbrás quiere atacar el estado, el cual, en estas condiciones, está en pie de guerra. Horacio recuerda entonces los presagios que anunciaron la caída de César: muertos saliendo de sus tumbas, cometas y eclipses. Y sólo por una fanfarronería denegadora Claudio se burla de ese joven Fortimbrás que cree que, muerto Hamlet padre, “el estado está desamparado y fuera de quicio”.
Recordemos también la frase de Hamlet: All is not well, “No todo está bien”. O la famosa réplica de Marcelo: Something is rotten in the state of Denmark, “Algo está corrompido en el estado de Dinamarca.” O también cómo, al final del primer acto, Hamlet utiliza palabras parecidas a las de Claudio, pero él afirmativamente: “Los tiempos están desquiciados.”
Es pues en relación con este desquiciamiento de los tiempos que, como dice Hamlet, “El rey es una cosa; una cosa hecha de nada”. Y es de ahí que proviene la tercera clase de locura hamletiana.
En la obra escuchamos de la boca de Hamlet algunas manifestaciones que apuntan a señalar que él, Hamlet en persona, sabe muy bien lo que es ser rey, lo que es ser rey en los tiempos que le toca vivir; y también que sabe que ese rey que ahora gobierna Dinamarca, un “rey de harapos y remiendos”, es demasiado corpóreo, demasiado obsceno para representar la verdad de la corona: es indigno.
Por ello se lo puede capturar, al rey, su consciencia culpable, con una representación teatral: The play’s the thing, Wherein I’ll catch the conscience of the King. “La obra de teatro es la cosa en la cual capturaré la consciencia del rey.” Esto es tanto como decir que Claudio no está a la altura de la thing incaptable que el rey ha de representar. Y es el propio Claudio quien, justo antes del monólogo de Hamlet To be or not to be, se compara con la puta que no vale ni la cosa - the thing - que le sirve para maquillarse.
Y también, cuando Rosencrantz le suplica a Hamlet que indique dónde está el cuerpo de Polonio, Hamlet responde: “El cuerpo está con el rey, pero el rey no está con el cuerpo”, lo que señala de nuevo la incapacidad de Claudio para ser la cosa de nada que sostiene la corona.
El rey, pues, es una cosa. Es, de un lado, el falo, la sombra alargada, outstretched, erecta; es una anamorfosis; pero también es polvo, un cuerpo finalmente, mortal como tal. Pues bien, esta dualidad está presente todo el tiempo en La tragedia de Hamlet, y la tragedia es que nunca llega a ser sintetizada.
Ciertamente, en la transmisión de este poder real, de padre a hijo especialmente, hay algo que falla. Pero hemos de entender también el cambio de época que se produce entre Hamlet padre y Hamlet hijo. En efecto, Shakespeare los utiliza para representar una transformación capital que se produce en Europa en la constitución de la monarquia, una transformación de la que fue pionera la Inglaterra del Renacimiento. Es algo sobre lo que nos ilustra el libro de Ernst Kantorowicz, publicado en los EEUU dos años antes del Seminario de Lacan sobre Hamlet: The King’s two Bodies, o: Los dos cuerpos del rey. En él vemos de qué manera Inglaterra se avanzó un siglo respecto del continente en la identificación clásica del monarca con el Estado, que para los franceses llegaría a su cumbre con Luis XIV. Kantorowicz describe minuciosamente las nociones teóricas que contribuyeron a una transformación paulatina, que quizá pasó desapercibida para los contemporáneos, pero de la cual el genio de Shakespeare nos permite captar algunas dimensiones.
Es de destacar la interesante lectura que Kantorowicz hace del Ricardo II de Shakespeare, y la forma en que muestra cómo una noción cristiana como la de cuerpo místico fue secularizándose hasta formar la noción del cuerpo del Estado que, desde el Renacimiento hasta nuestros días, es vigente. Kantorowicz muestra cómo, desde el Renacimiento, el rey está provisto, de hecho, de dos cuerpos: uno caduco, mortal, hecho de realidad, y otro inmortal, permanente, ficción de la realidad del reino. Así se hace posible que el rey, siendo como es la cabeza del Estado, sea a la vez su cuerpo entero, y que el rey, de legitimar su poder por el uso de la fuerza, pase a ser el sostén corporal del Estado.
En el paso de la edad media al Renacimiento, el rey se sitúa, como una nueva e inédita figura del tiempo, en el espacio intermediario entre la eternidad y la temporalidad. Como los ángeles, es creado y temporal, a la vez que, permanente como es, es un ser inmortal.
La monarquia moderna nace provista de la noción de un tiempo que, aun siendo infinito, posee un pasado y un futuro: es el tiempo de la crónica, antecedente de la historia propiamente dicha. Y, si el cuerpo del rey es una ficción - Kantorowicz insiste en el hecho de que, nacida esta doctrina en Inglaterra, no podía consistir en una abstracción, sino en una ficción -, es una fictio figura veritatis, como decía santo Tomás, o una verdad con estructura de ficción, como dice Lacan.
Lo que aquí nos interesa subrayar que es el cuerpo del rey, un cuerpo instalado en la dimensión de la inmortalidad, lo que sostiene esta ficción. Y es así que el rey no muere nunca: él es la continuidad dinástica: Corona non moritur. Es un ave fénix: “!El rey ha muerto! ¡Viva el rey!”.
El rey tiene pues una existencia doble: doblemente amenazada, doblemente mortal, por la muerte que le amenaza a él, y por la Otra muerte, la que amenaza a la corona. Esta es pues la thing, la cosa que es el rey: un ser que tiene que componérselas con esas dos muertes. Y esta es también la cosa que debe llegar a ser el rey en Dinamarca, justo en el tiempo que va de Hamlet padre - un rey sacado de una saga medieval, que se juega, él con su único cuerpo, en un duelo a muerte, un trozo del reino - a Hamlet hijo, que sabe ya qué cuerpo de ficción son los reyes.
Vemos entonces lo que tiene Hamlet frente a sí: llegar a ser esa cosa, aceptar serla, encarnar esa ficción que figura la verdad. Y, efectivamente, no faltan las referencias de Hamlet a sus derechos a la dignidad real, a su legítima pretensión a la corona. Y es algo que también tiene presente Laertes cuando advierte a Ofelia de que la elección de esposa por parte de Hamlet se ha de ceñir a la ley y a los consejos de este cuerpo del cual él es la cabeza.
Recordemos también cómo, después de la frase: The time is out of joint, “Los tiempos están descoyuntados”, Hamlet añade: “Maldita suerte, que hubiese de nacer yo para enderezarlos”. Entendamos: para ponerlos en el Derecho. Y evoquemos también cómo Ofelia, en la cima de su locura de angustia, pregunta: “¿Dónde está la bella Majestad de Dinamarca?”. Se trata de la misma majestad que ella había de representar con Hamlet después de la venganza. Pero de algún modo Ofelia sabe que Hamlet fue enviado a la muerte - y que la Majestad de Dinamarca es Claudio, un cobarde “hecho de harapos y remiendos”.
Hamlet, por lo que a él respecta, se comporta realmente como un rey. No es por casualidad que se va a Inglaterra llevando en su equipaje el sello del Danés, el sello de Dinamarca, el de su padre, aquél cuyo guardián es ahora su linaje. Y también tiene este sentido de asunción de la realeza el grito que profiere desde dentro de la tumba de Ofelia: “Soy yo, Hamlet el Danés.” Y también deja claro a Horacio, cuando le relata la aventura del barco, que “ese que ha matado a mi padre y ha puteado a mi madre, se ha interpuesto entre la elección y mis esperanzas”; refiriéndose, claro está, a las de ser rey. Ya señalábamos que sus últimas palabras, las que le dan su voto a Fortimbrás, son las de un rey.
Aquí reside pues la tercera locura de Hamlet: ha de ser rey. Ha de ser por tanto algo que es y no es a la vez. Pero esa cosa, esa thing hecha de nothing, no llega a serla sino muerto.
Esta locura se pone de relieve aún más si comparamos a Hamlet con otro personaje en el que Shakespeare estuvo ocupado durante la misma época.
Kantorowicz analiza Ricardo II de Shakespeare para enseñarnos los secretos del cuerpo del rey. Es especialmente relevante la escena de su abdicación; y cómo, cuando pide un espejo para verse, lo rompe enseguida sin poderse mirar en él. También en Macbeth, cuando las brujas describen la procesión de un linaje real, el último de sus miembros porta un espejo en el que están reflejados todos sus ascendientes.
En la tetralogía que forman Ricardo II, Enrique IV (primera y segunda partes) y Enrique V, escrita en la misma época que Hamlet, Shakespeare muestra un linaje real, una corona mantenida inmortal por unos reyes ingleses que, más o menos indignos, estuvieron con todo a la altura del poder del reino.
Y, sobre todo, destacándose sobre el foil, sobre el contraste que forma Falstaff, encontramos el que parece el contraejemplo de Hamlet: Hal, o Harry, el futuro Enrique V. Ciertamente, el espectador es sacudido por un escalofrío cuando el desconsiderado Hal, el sinvergüenza, creyendo ya muerto a Enrique IV, se prueba la corona y es sorprendido por su padre. A pesar de la desmesura de ese acto, no es de mal augurio. Cuando efectivamente muere Enrique IV, Hal es coronado como rey Enrique V. Manda entonces a paseo a Falstaff, y hace lo que ha de hacer. Luego vemos a Enrique V como un gran rey, vencedor de la batalla de Agincourt, con la que comienza el imperialismo británico.
También podríamos comparar los obstáculos de Hamlet para llegar a ser cuerpo de rey. Veánse sus monólogos: “Esta carne que se derretirá...”, y contrástense con el monólogo de Enrique V en la noche anterior a la batalla: Upon the King! “¡Todo sobre el rey! (...) ¿Qué tienen los reyes que no tenga la gente, sino las ceremonias, las constantes ceremonias?”
Y por lo que se refiere a la relación con la herencia, con los pecados del padre y la manera cómo Enrique IV se había hecho con la corona de Ricardo II, antes de la batalla explica muy bien que ya tiene ajustadas todas las cuentas: una tumba, dos monasterios, trescientos pobres; una tumba nueva para Ricardo, dos monasterios con monjes que cantan, y trescientos pobres que comen gracias a él; a lo que se añaden sus propias acciones, que lo pagan todo. No hay que hablar más de eso, hoy es san Crispiniano, y lo que hay que hacer es batallar.
¿Por qué Hamlet no puede actuar así? Él sabe que es el Danés, un equivalente al reino, y que el otro es un usurpador. Un buen asesinato de Claudio crearía un poco de caos, pero bastaría que él dijera entonces, desde su poder incrementado: “No os preocupéis. Yo soy el heredero legítimo. ¡Y tú, Polonio, jubílate!” - Durarás poco. - “Laertes, veamos qué has aprendido en la corte de Francia; Horacio, quédate de consejero; Rosencrantz y Guildenstern, seguiré exprimiéndoos como una esponja.”. Hamlet se casa con Ofelia, y continúa haciendo inmortal el cuerpo del rey.
¿Pero por qué Hamlet no hace nada de ésto? ¿Por qué se detiene horrorizado ante el vientre de Ofelia? No es porque le falten ni fuerza ni inteligencia. Y sin embargo, sólo muerto puede poner su cuerpo al servicio de la ficción monárquica; no puede prestarlo antes a ser soporte de los signos del poder. Sólo muerto puede Hamlet mirarse en el espejo de su linaje: sólo muerto, sólo en un espacio entre dos muertes realizado como sacrificio. El por qué de esa su incapacidad ya lo sabemos: es un neurótico. Y lo es en la dimensión de los signos de la realeza, la cual es, todo el tiempo, su vocación, su destino: su deseo.
Pero Shakespeare nos invita a seguir preguntándonos: ¿Por qué Hamlet es un neurótico? Y la solución nos la dan los clowns sepultureros. Lo sabe cualquier simple: Hamlet nació el mismo día en que “nuestro último rey Hamlet venció a Fortimbrás”.
Situémonos en la época. Un duelo como ése no se improvisaba: se preparaba con tiempo, se anunciaba, la gente acudía. Y Hamlet fue concebido, y luego vino al mundo, bajo la sombra de ese duelo. La reina Gertrudis llevó en el vientre un hijo, que quizá viviría, que quizá sería varón. Y fue así, y rompió aguas el mismo día en que ella estaba en peligro de quedarse viuda y el reino descuartizado. Ese niño sería heredero de un rey que, en la situación del momento, esperando la hora fatídica del duelo a muerte de los reyes ya era, por anticipación, un muerto. Y esto sucedía con un rey de los tiempos antiguos, cuando los reyes tenían un solo cuerpo que, como en ese caso, era idéntico al reino.
Esta era la situación que Hamlet tuvo que encontrar en la repetición: un duelo que lo haría, o muerto, o rey; y definitivamente the Dane, el Danés.
Tengamos en cuenta que, además, al hijo que había de nacer le pusieron el mismo nombre de su padre; para Gertrudis era un Hamlet por otro.
Y es porque el padre murió anticipadamente en aquella decisión de jugarse la vida que ahora vuelve a aparecer, desde el mundo de los no todavía muertos del todo, vestido como el día del combate; y lo hace para recomponer el cuerpo inmortal del rey, para reordenar el linaje.
Hamlet es el sujeto concebido y parido bajo aquellos signos que, en la coyuntura de su tragedia, debe elegir entre aceptar y repudiar su herencia. Se trata de una elección forzada: no puede repudiarla; pero para aceptarla debe pagar un precio: no podrá, al contrario que Hal, calzarse la corona.
Los signos le matan el deseo, al mismo tiempo que se lo dan; es por esto que lucha, todo el tiempo, encarnizadamente, contra lo que lo mortifica. No se somete vergonzosamente al sacrificio, porque es, a pesar de todo, hombre de deseo.
¿Cuál podría ser la moraleja? Shakespeare, soporte de su monarca, la deja bien clara. Con La tragedia de Hamlet dice a sus contemporáneos: respetad la corona; es una ficción del reino; y más importante que el mismo rey. Fijaos en lo que pasa ese país, en Dinamarca, un país lo suficientemente lejano para no estar en la órbita inglesa, pero lo bastante cercano para no ser exótico: si falla, no el rey, sino la corona, el cuerpo político se desmembra; y, al cabo, acaba siendo conquistado por el extranjero.
Pero a nosotros nos interesa otra clase de genialidad: y es que Shakespeare no se limita a presentarnos el simple cuadro de los hechos y su moraleja, sino que trata a sus personajes como causas. Y por eso vemos en La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca el vínculo que hay entre el inconsciente y las estructuras del poder, tal como hoy, como siempre, nos causan a todos.

HAMLETPROJECT: ESCENAS

HAMLETPROJECT
on the concept of the absent father and the value of theatre


I.-PRELUDIO: The gift

II.-Yo soy María y esta noche estaré en el papel de Hamlet
III.-Yo era Hamlet
IV.-Fantasma

V.-A star is born

VI.-Galería de personajes: Horacio, Gertrudis, Francisco, Claudio, Ofelia
VII.-Yo soy María
VIII.-Yo no soy Hamlet. Mi nombre es Francisco.

IX.-EPÍLOGO: The armored woman who played Hamlet

sábado, 14 de enero de 2012

WMC y La Fábrica: Una gestión cultural de casi una década



El Water Mill Center, un laboratorio para la experimentación artística en los Hamptons, Nueva York, es uno de los lugares que inspiraron mi búsqueda para la creación de un centro cultural independiente hace más de 8 años.

Este espacio, legado de Robert Wilson (uno de los grandes maestros del teatro contemporáneo)contiene una colección distribuída por todo el espacio con centenares de piezas artísticas que van desde Andy Warhol, Donald Judd y Paul Thek, pasando por unos zapatos de Marlene Dietrich hasta vasijas chinas de más de 500 años, decenas de rocas monumentales de indonesia y un tótem Mapai que custodia la explanada principal. Una colección que modestamente llaman "no muy extensa pero que tiene un gran valor personal para Bob".

En el corazón del Water Mill Center está el programa de residencias dirigido por Lorien Reese. El programa se divide en verano e invierno. Durante el verano cientos de jóvenes artistas de todo el mundo durante 4 semanas colaboran hombro a hombro con Wilson en un entorno único de aprendizaje, con tutorías y charlas de figuras como Philip Glass, Tom Waits, Roger Waters, Lou Reed y muchos más. En la residencia de invierno el WMC ofrece un número limitado de plazas para artistas más experimentados para el desarrollo de proyectos más complejos.

Al centro de todo, Wilson no es sólo eje sino también periferia de este sistema artístico de élite. Haciendo honor a dicha dualidad, Wilson se manifiesta como un ser doble: Inaccesible y entrañable. ¿Cómo entonces acercarse a él? ¿Cómo establecer contacto con su espacio y vincularlo con La Fábrica?

Luego de varios meses de gestión para la visita al Water Mill, hace unas semanas conocí ampliamente su funcionamiento de la mano de su directora, Sherry Dubbin. Un centro cultural que lleva desde la década de los noventa en gestación, ofrece una arquitectura que inspira a la creación y espacios amplios con una idea de diseño y orden hasta en el más mínimo detalle. Sin embargo, la verdadera gestión no era una cuestión de meses sino a un trabajo de planeación de años.

El planteamiento de un modelo imitativo al propuesto por Wilson, con la recontextualización a la realidad y financiamiento de latinoamérica obligaba a un posible acercamiento. De esta gestión cultural de casi una década, en la visión inicial de lo que pretendía (pretende) ser La Fábrica rescato el encuentro con Wilson en su territorio más cercano: Un loft en Manhattan, en una sesión privada con 20 personas: Una reunión entre amigos.

Esta experiencia me confirma que un artista y un gestor cultural no deben olvidar hacia dónde van y que la herramienta más importante para recorrer ese camino es la intuición.

HAMLETPROJECT: I LOOK JUST LIKE MY DADDY