miércoles, 10 de febrero de 2010

ILUMINACIONES: CRÍTICAS CIUDAD DE MÉXICO




HUGO HINOJOSA ILUMINA CON LA FÁBRICA

Por: Alejandro Laborie Elías

Hugo Hinojosa, ganador del Premio Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del castillo 2009, ilumina el talento y creatividad de la compañía La Fábrica, que bajo la dirección de Alonso barrera presenta un trabajo multidisciplinario, propositivo y arriesgado, elementos que convierten la puesta en escena en un espectáculo innovador y controvertido.

En el marco del ciclo Los Estados en el Milagro, impulsado por David Olguín, Gabriel Pascal y asociados, cuya intención es abrir un espacio para que el público de la Ciudad de México se involucre con el quehacer teatral del interior de la República Mexicana, se escenifica Iluminaciones, en la que hacen una perfecta mancuerna los arriba mencionados, por lo pronto en el teatro El Milagro.

La propuesta es de suya interesante. El director no emplea actores sino bailarines que crean una dramaturgia corporal para darle sentido escénico al texto que es escuchado siempre en a través de lo que se conoce como “voz en off”, con la colaboración de un grupo de reconocidos artistas.

Un texto que inicia con la narración de una invasión a un país indeterminado, al que se la van incorporando una serie de historias que entrelazadas dan cuenta de la descomposición y destrucción del ser humano por sí mismo y de la sociedad.

Hinojosa se vale de un lenguaje aparentemente inmerso en la incoherencia, con un trasfondo subjetivo que provoca al oído y reta a la racionalidad; agresivo, irreverente, belicoso, escatológico, amoral y, en ocasiones, antirreligioso y, sin embargo, de una poética indiscutible: lo bueno del arte para abordar lo malo del ser humano.

Sin escenografía, sólo algunos objetos de apoyo. Un vestuario intemporal y, a pesar del título de la obra, una iluminación en la que predomina la penumbra. Una propuesta valiente, apartada del temor de quien sabe que sólo arriesgando se logra la creación. Alonso asume en pleno que sólo los que tienen miedo piden perdón, idea expresada en el texto.

El director recurre a una coreografía “simbólica”, a la expresión corporal que se aparta, la mayor parte del tiempo, del movimiento descriptivo; máscaras que representan animales indefinidos que se pueden traducir como la representación de la bestialidad de cada uno de los personajes; musicalización diversa, desde arias de ópera, canciones infantiles, música de circo, country…, bailarines y algún títere.

Natalia, Mariana, Isabel, Sara Liliana, Mariano, Antonio y Daniel convierten el espacio en un ámbito para que la imaginación se regodee, para que la maldad se revista de plasticidad y la razón se ejercite con el rompimiento que el dramaturgo y el director llevan a cabo con relación a los convencionalismos del teatro mexicano.

La pesadilla intitulada Iluminaciones es una combinación de lo visual y lo auditivo que crea una odisea onírica, en la que el espectador pierde las dimensiones de lo real y de lo ficticio, de la que sólo cabe concluir que debe ser vista en la primera oportunidad que se tenga, seguridad que dejará una marca –agradable o no- en quien así lo haga.

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