martes, 19 de julio de 2011

TEATRO DE LA DESTRUCCIÓN


Arrabal hablaba sobre un proceso en su niñez que precede su creación escénica: el juego con muñecos: La realización de pequeñas obras de teatro en cajas de cartón para presentarlas a su madre. Los decorados y el número de muñecos se depuraron paulatinamente hasta simplificar su búsqueda, que desemboca en los límites del teatro del absurdo, en su propia visión, más allá del teatro de la crueldad de Artaud. ¿Cuál es mi propio origen, mi propia búsqueda? ¿Por qué esto resuena en mí? El proceso de Arrabal es paralelo al mío: Yo también construía pequeñas cajas escénicas donde repetía una y otra vez el mismo tema: La destrucción.

Los integrantes de mis cajas eran mutilados de brazos, piernas, cabeza; para luego ser reconstruídos y vueltos a destruir, con todo y sus accesorias. Incinerados, los desechos lastimados de esos juguetes repetían la escena al día siguiente.

Cuando monté "Hijos mirando al infierno", de Angélica Liddell, reflexioné sobre mi propio apetito destructivo en la infancia. Así, en el montaje filmamos a un pez asfixiándose, incendiamos una silla, jugamos a matar a todos en ese pueblo imaginario para luego, dentro de la obra, hacerlo de verdad.

En "Iluminaciones", de Hugo Hinojosa, quedé atrapado por la poética detrás de la destrucción. De ahí que el resultado era hermosamente desgarrador: Voces grabadas de todo el mundo, ahogadas en una bocina, mientras la visual era una danza hermosa. Pasamos del 11M al holocausto, a la repetición de la violencia psíquica, a Irak, a México, casi en un cuento rulfiano.

Curiosamente, ese proceso destructivo cerró con "Cuentos y Ultramarinos", algo que como en la afortunada imagen de Manuel Rodríguez, permite la germinación de la vida. Así, de todos los procesos destructivos llegó la posibilidad de redención.

En retrospectiva de trabajos menos significativos está Lorca con puestas que destruían la familia y el honor, Mahagonny de Brecht que destruía la ciudad, Bestiario, que destruía la magia, CuentoSuperMarket que destruía cuentos tradicionales, Sebastian Dot, que destruía todo a su alcance.

Dentro de este proceso del teatro de la destrucción, "Wonderland" representa un apéndice y un reajuste al proceso mismo. La destrucción de Carroll y su propio imaginario no quedan bien representadas en escena. A partir de este cuestionamiento viene la duda de cuál es el siguiente paso para la reinvención, para la congruencia de mi propia búsqueda.

La armonía y empatía que he hallado en los textos destructivos no se ha alimentado en los últimos meses, tal vez por eso es por lo que el teatro ha dejado de cobrar sentido para mí.

¿Es "Hamnet" un texto que pueda darme todas las posibilidades para destruirme, destruir toda mi creación y reiventarme y reinventarla en cada función? Hamnet sin duda es un texto con el potencial para la reinvención, aunque el lenguaje escrito sigue siendo un impedimento para un trabajo más performático y conceptual.

Desprenderme de la influencia Wilsoniana, ahora algo asimilado y aprendido, me obliga ver con detenimiento el trabajo de Castellucci. Sobre el modo de creación de la Societas Rafaello Sanzio, me parece sumanente valioso abrevar en la interdisciplina de sus puestas. La exploración que parte del teatro infantil, se mueve en la conceptualización de ideas imposibles de interpretar desde el lugar del espectador. Balbucear las iniciales de aminoácidos no son materia de interpretación para la audiencia. Y es que la interpretación en estos dos modelos, Wilson y Castellucci, no es responsabilidad del creador.

El siguiente paso deberá ser vibrante y paralelo con las pulsaciones destructivas de la escena. "Hamnet" debe revisarse desde esa óptica y así ver su viabilidad como un proyecto a largo plazo.

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