Le platicaba a Fernanda González la semana pasada que la profesión del bailarín no deja de conmoverme y asombrarme todos los días. Hay algunos instantes en los que de verdad, se me hace un nudo en la garganta. He aprendido a distinguir su generosidad y su entrega: Una vida disciplinada, de tanto brillo y a que a la vez resulta tan corta. Lastimando su cuerpo constantemente, son aliados del dolor y del placer. Músculo y hueso contra el piso, contra el aire, contra otros cuerpos... Hermosas creaturas, un privilegio sobre el escenario.
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