
Gustavo Villegas llegó a La fábrica en el momento justo. Se apareció con Octavio en la puerta principal del edificio, (donde yo en ese momento tenía un escritorio porque no tenía siquiera oficina) con un aire de extrañeza pero también de agrado. Y fue una sensación recíproca, de extrañeza y agrado, sobre todo de agrado inmediato lo que me pasó con Gus. Luego de conocer más a fondo su trabajo me pareció una fortuna contar con alguien tan talentoso en el espacio que estaba justo por arrancar una nueva etapa. Y sin duda, Gustavo ha significado para La fábrica un pilar fundamental, no sólo por todo lo anterior sino porque pudimos crecer juntos profesionalmente, amén de su generosidad, disposición y calidad humana, que está a la altura de su propia visión como artista. Gustavo, me consta, fue uno de los grandes constructores de la audiencia de nuestro espacio, no sólo como docente sino como colaborador en colectivos, incluso sólo poniéndole nombre y apellido a una camiseta que se puso desde el primer día. Y de eso sólo puede quedar un agradecimiento absoluto, hoy que nos deja para renovarse y seguir su camino y que La fábrica también se mueve para un momento distinto, de manera natural y orgánica, como todos los cambios debieran ser. De estos dos años, meses más, meses menos, nos queda su sello, sus colaboraciones desde "KIETzscHE" hasta "Cuentos y Ultramarinos" y ante todo, a mí me queda la fortuna de llamarlo amigo, un amigo que admiro, respeto y atesoro profundamente. Gracias, un millón de veces gracias querido Gus, por habernos enseñado y dado tanto, por ser parte de un equipo de trabajo que ya siente tu ausencia pero que siempre celebrará tus decisiones y logros. Te abrazo con mucho cariño.
Alonso.